domingo, 10 de mayo de 2020

La fuerza del calzonazos


Cuando se obedece, se nos permite ser quien elegimos ser.

No existe imagen más entrañable que la de aquella abuela ansiosa por conocer el sexo de su futuro nieto o nieta para saber si tendrá que comprar hilo azul o rosa, respectivamente. Aunque esta dulzura desaparece si la susodicha es Donna Haraway, para quien no tendrá importancia esta cuestión puesto que el género se diluirá en el ciberespacio. Una premisa que parece estar recogida en el comienzo de Loved (Alexander Ocias, 2010), donde se nos plantea esta duda tan primigenia con la consecuente indiferencia a la respuesta que demos ya que ese ente con el que dialogamos la convertirá en su opuesto. Pero desde entonces entendemos que nos tocará elegir. Y no solo eso, elecciones entre dos únicos conceptos. «Cuerpo o mente» y «emocionado o asustado» son algunos ejemplos.

Más allá de esta limitada libertad en las preguntas, el protagonista recibe una serie de órdenes que buscan condicionar su comportamiento hasta el punto de ser él mismo su propio vigilante. Encontramos aquí la visión que tenía Foucault de poder en los estados modernos; cuyo objetivo era el de constituir cuerpos dóciles que fueran fáciles de controlar. En el caso del videojuego, esa desobediencia se traduce en nimiedades como coger por el camino de arriba, tocar la estatua o moverse cuando se ordena todo lo contrario. Sin embargo, no ser sumisos es sinónimo de una mayor dificultad en la consecución del objetivo debido a la aparición de píxeles que rompen la bicromía inicial. Por su parte, el otro camino posible en el que se acata el patrón establecido tiene como consecuencia una técnica de condicionamiento instrumental con la que se recibe una recompensa final en forma de lo que parece ser un caramelo para conseguir que esta tendencia se repita en el futuro.

Quien eligiera esta última opción recibiría el nombre, en idioma cuñadista, de «calzonazos». Sin saberlo, el propio Orwell ya se adelantó a este término en 1984 con uno de los lemas del partido, «La fuerza de la ignorancia»; esto es, el ser obedientes por miedo a lo desconocido. Pero, en este sentido,Loved, como buena obra sintética en su título, aporta sentimentalismo a la teoría del poder y sus súbditos. Nos viene a decir que mejor ser sumisos si queremos ser amados y propiedad de alguien; independientemente de que ni siquiera sepamos quién es ese «alguien». Un desconocimiento que se acrecienta a día de hoy, cuando el poder unidireccional ha desaparecido por completo. Por eso mismo acatamos normas del tipo de tener una cuenta en una red social o estudiar una carrera universitaria. Y todo esto sin la necesidad de un rígido sistema que nos imponga una elección como la única aceptada por el poder. En definitiva, lo que sí permanece actualmente es el motivo que nos mueve a coger por el camino de abajo o a no tocar la estatua: la ignorancia del calzonazos por lo que será no ser amado.  


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